España está entre los países con menor riesgo de ciberamenazas

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Con una puntuación de ciberseguridad de 88,61, España es el tercer país con la ciberseguridad más sólida. Las formas más comunes de ciberdelincuencia son el phishing y el pharming, y las filtraciones de datos personales, que, dependiendo de la naturaleza de los datos filtrados, pueden dar lugar a ciberdelitos comunes pero potencialmente devastadores.

SEON ha publicado su Informe global sobre ciberdelincuencia que, combinando datos del Índice Nacional de Ciberseguridad (NCSI), el Índice Global de Ciberseguridad (GCI) y el Índice de Exposición a la Ciberseguridad (CEI) clarifica a los diez países que son, respectivamente, los menos y los más arriesgados para los usuarios de internet. Así, los países en los que la ciberseguridad es más sólida, y las personas están más protegidas de la ciberdelincuencia gracias a la legislación y la tecnología, son Bélgica, Finlandia y España, que tienen una puntuación de ciberseguridad de 90,69, 90,16 y 88,61 respectivamente.

En el otro extremo de la escala se encuentran los países que ofrecen menos protección contra la ciberdelincuencia. Estos países tienen una legislación muy débil en materia de ciberdelincuencia -o incluso ninguna- y, por lo tanto, son los que más riesgo corren a la hora de procesar transacciones sensibles. Los tres primeros países con una puntuación baja en ciberseguridad son Afganistán, Birmania y Namibia, con una puntuación de 5,63, 18,60 y 19,72 respectivamente.

En cuanto a las formas más comunes de ciberdelincuencia, los datos de 2022 revelan que el tipo de ciberdelincuencia más común es el phishing y el pharming, que se refieren a la práctica fraudulenta de engañar a las personas para que revelen información personal, como contraseñas, datos de acceso y números de tarjetas de crédito. Cuando se lleva a cabo por correo electrónico se denomina phishing, y se llama pharming cuando se dirige a la víctima a un sitio web falso disfrazado de legítimo.

El segundo tipo más común de ciberdelincuencia son las filtraciones de datos personales, que pueden dar lugar a que la información personal de las víctimas se venda en mercados digitales y, dependiendo de la naturaleza de los datos filtrados, pueden dar lugar a ciberdelitos comunes pero potencialmente devastadores, como el fraude de identidad sintética, el robo de cuentas y otras formas de fraude en los pagos.